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A mi hijo le duele la tripa muy a menudo. ¿Qué debo hacer?
Muchos niños presentan dolor abdominal a menudo (dolor abdominal crónico). La mayoría de las veces se trata de un dolor abdominal funcional, que no reviste ninguna gravedad y por lo tanto no es necesario estar preocupado y tampoco es necesaria una atención urgente. En ese caso lo importante es adoptar medidas por los padres encaminadas a que su hijo no pierda horas del colegio y el dolor no acabe constituyendo una forma de obtener recompensas (más atención, menos deberes, menor responsabilidad) por parte de su familia.
Entre un 13 y un 38% (según los estudios) de los niños y adolescentes experimentan dolor abdominal todas las semanas y hasta un 24% de niños presentan síntomas que duran más de 8 semanas.
El dolor agudo, el que presenta un niño al que nunca o casi nunca le duele la tripa o un dolor con unas características claramente distintas de las del dolor que presenta habitualmente, requiere habitualmente valoración rápida para descartar un problema urgente.
A veces en los niños con dolor abdominal frecuente, cuando presentan un problema de otro tipo, se tienden a diagnosticar más tarde porque la familia está habituada a que se queje y ello puede retrasar el diagnóstico, por eso los padres deben estar atento a los cambios.
¿Qué pruebas necesita realizarse un niño con dolor abdominal frecuente?
En primer lugar es preciso tener en cuenta unos datos que pueden hacer pensar que existe un problema que puede requerir atención precoz.
- Pérdida de peso o enlentecimiento del crecimiento:
- Vómitos
- El dolor lo despierta
- Ulceras a menudo en la boca
- Sangrado en las heces
- Pérdida de apetito y cansancio
- Lesiones en la piel
- Dolor en las articulaciones
- Aumento de la temperatura
- El dolor ocurre en alguna zona del abdomen alejada del ombligo
- Es un dolor diferente al habitual (más intenso, más prolongado, nocturno, en una localización diferente…), o que presenta síntomas asociados que previamente no presentaba (vómitos, diarrea, fiebre, etc)
- Existe historia familiar de celiaca, de infección por helicobacter pylori, de enfermedad inflamatoria intestinal (Crohn o colitis ulcerosa) o de pancreatitis
La mayoría de las veces no presentará ningún dato de alarma y podrá ser visto por el gastroenterólogo pediatra de forma electiva.
Las enfermedades más frecuentes que se deben descartar son las siguientes
- Dolor abdominal funcional y síndrome del intestino irritable
- Estreñimiento crónico
- Intolerancia a la lactosa
- Intolerancia a la fructosa
- Enfermedad celiaca
- Enfermedad por reflujo gastroesofágico y úlcera péptica
- Infección por Helicobacter Pylori
- Parásitos
- Alergia a alimentos y esofagitis eosinofílica
¿Son molestas las pruebas que se debe realizar un niño para llegar al diagnóstico?
En general debe tranquilizar a su hijo cuando acuda a la consulta de gastroenterología pediátrica. Es posible que ni siquiera precise realizarse una extracción de sangre, algo que a menudo preocupa a los niños.
Pruebas complementarias para llegar al diagnóstico
- Ecografía abdominal
- Test de hidrógeno/metano en aliento de tolerancia a la lactosa y a la fructosa
- Test del helicobacter pylori (en aliento o en las heces)
- Test de la calprotectina fecal y de parásitos (en heces)
- Test serológicos para descartar enfermedad celíaca (en sangre) o una enfermedad inflamtoria o infecciosa (hemograma, PCR)
- Pruebas realizadas sólo excepcionalmente
- pHmetría de 24 horas
- Endoscopia digestiva (gastroscopia, colonoscopia)
- Otras (TC, resonancia magnética, etc)
Las pruebas más comunes son una ecografía abdominal que permite descartar una apendicitis aguda, un Crohn o una colitis ulcerosa o patología más grave como un tumor, y que no molesta en absoluto. Los test de tolerancia a la lactosa y a la fructosa consisten en tomar lactosa y fructosa en una cantidad adecuada a su peso y soplar en unas bolsas para medir el hidrógeno y el metano. El helicobacter pylori también se diagnostica mediante un test del aliento o con un análisis de heces. Al igual que en adultos, la mayoría de las veces no tiene relación con los síntomas del paciente. Para descartar una enfermedad inflamatoria intestinal suele ser suficiente una prueba en las heces que se llama calprotectina. Para descartar parásitos los estudios también se realizan en las heces.
Las únicas pruebas que requieren hoy por hoy una extracción de sangre es la exclusión de enfermedad celiaca y la determinación de la inmunoglobulina “e” específica frente a alimentos cuando se sospecha alergia alimentaria.
Los estudios endoscópicos o la pHmetría de 24 horas se reservan para cuando existe una sospecha evidente de un Crohn o una colitis ulcerosa o de una enfermedad por reflujo grave.
La causa más frecuente de dolor abdominal en los niños es el dolor abdominal funcional o el síndrome del intestino irritable.
En la gran mayoría no se encuentran causas anatómicas, inflamatorias/infecciosas, metabólicas o neoplásicas (tumores) después de una evaluación cuidadosa. Si el único síntoma es el dolor se diagnostica de dolor abdominal funcional, pero si se asocia, estreñimiento, diarrea o ambos, cambios en la forma o aspecto de las heces o existen cambios en la intensidad del dolor relacionados con la deposición, el diagnóstico suele ser un síndrome del intestino irritable.
El tratamiento más importante y eficaz en la mayoría es que el médico (sea el pediatra o el gastroenterólogo pediátrico) les escuche cuidadosamente, con el tiempo necesario, todos y cada uno de sus problemas, se interese por ellos, le explique, junto con los padres, el posible origen de los mismos, la ausencia de gravedad del proceso y los recursos existentes para mejorar la calidad de vida y muy especialmente para que no pierda horas lectivas (dieta, probióticos, antiespasmódicos, antidiarreicos e incluso determinados psicofármacos a dosis bajas así como tratamiento psicológico en los casos que no responden al tratamiento habitual).
Existen indudablemente casos especialmente difíciles de tratar y en los que es necesaria una participación activa de los padres, basándose en el modelo biopsicosocial de estos problemas en los que están implicados factores genéticos, fisiológicos (motilidad) y psicológicos (estrés, apoyo social).